Confesiones Eróticas

Te escribo esta carta a ti, que me hiciste sumamente feliz durante mucho tiempo, a que me mantuviste con todos los lujos, saciaste mis caprichos, me tuviste como una reina, me acuerdo que mis amigas me envidiaban, todas hablaban de ti, por los viajes que hacíamos, las ropas que me comprabas, los anillos, las cadenas, las pulseras, todo, siempre tuve todo, siempre tuve el último celular, siempre tuve la mejor cámara de fotos, y hasta una Play Station portátil, ¿te acurdás como molestaba para ese Play Station?, yo tenía 22 años y quería una, y tu me preguntaste que sería capaz de hacer para tenerla, y yo te respondí que cualquier cosa, que era lo que más quería en la vida. Todo era parte de nuestro juego, apenas empezábamos a salir, y nuestras hormonas estaban On Fire,
yo por esa consola empecé a hacer cosas que hasta ese entonces nunca había hecho, como dejar que me filmaras mientras te hacía sexo oral, ¿te acordás que las primeras veces yo quería ver los videos en seguida para ver cómo había salido?, y tu me decías que tenía que relajar más la cara, y poner expresión de “putita”, entonces yo bajaba y hacíamos la toma dos de la película, y yo, obediente, ponía más cara de “putita”, o yo pensaba eso, porque no se realmente que es la cara de “putita”, ¿cara de placer es cara de “putita”?, ¿será que gozar sexualmente te convierte en una puta?, yo en ese entonces no lo sabía, y me prendí a ese juego de filmarnos, me gustaba complacerte, porque era tu novia, tu pareja, y una pareja debe complacer al otro, ¿o no es eso lo que siempre hablábamos?, tu siempre me decías eso, que mi obligación como mujer era la de darte placer.
Tu por supuesto que me dabas placer a mí, nunca que me quejé de eso, pero ahora sé que eso que llamabas darme placer a mí, en realidad era para tu placer propio. Sinceramente jamás se me hubiese cruzado por la cabeza recibir el llamado “beso negro”, sabía que existía, claro, pero pensaba que solo pasaba en las películas porno, y que en la vida común eso no pasaba. Me lo hiciste y me gustó, la verdad que es lindo, se siente bien, mucho placer, cosquillas, imposible no gemir. ¿Y que me decías cuando yo gemía? Me preguntabas si me gustaba putita, ¿te acurdás?, “¿te gusta putita?”, me decías. Yo respondía que si, por qué iba a mentirte, si era hermoso eso que me hacías.
Viajamos juntos por todo el país, dos veces por año nos íbamos de vacaciones. Llegábamos al hotel y lo primero que hacíamos era tener sexo, a la hora que sea, si la mucama estaba limpiando la habitación de al lado no importaba, que nos escuchen, a ti te gustaba que nos escuchen, en el fondo, o no tanto, querías que todo el mundo supiera que me estabas cogiendo, porque me decías eso, “apenas lleguemos te voy a pegar una cogida…”, y yo, sumisa, cegada por los lujos, no veía la hora de llegar para regalarte mi cuerpo. Si al otro día nos miraban en el desayuno no me importaba, me enseñaste a ser egoísta, me miran de envidia por ellos no cogen, pensaba.
Siempre fuiste de marcar el territorio, por ejemplo, eras de darme órdenes en voz alta para que todos escucharan y que todos vieran que yo te obedecía. No era nada raro, no me decías nada malo, “mi amor tráeme esto”, “mi vida, por qué no vas a la habitación y traes aquello”, y yo, esclava y feliz, iba, y cuando me paraba tu me dabas una nalgada delante de todos, como para demostrar que podías tocar mi cuerpo cuando y donde quisieras. Que a mí no me molestaba, claro, a esa altura ya me había acostumbrado a ser tuya, nunca había tenido otro novio, yo pensaba que todo eso era cosa normal, y que si las demás parejas no lo hacían sería porque ya se les había ido la pasión.
Después comenzaron las pequeñas correcciones en público, si yo opinaba algo de algún tema y tu no pensabas igual me decías que me calle, que yo de eso no sé nada, y buscabas cómplices en la mesa y se burlaban todos juntos de mi ignorancia en general. Entonces las demás mujeres, mucho menos sumisas que yo se defendían, no de manera violenta, al fin y al cabo siempre estábamos en cenas con amigos, pero ellas entre ironías o sarcasmos no se quedaban calladas, yo sí, yo permanecía quietita en mi silla, y solo sonreía, y entonces tu decías que no sabía de qué me estaba riendo. Jamás se me hubiese ocurrido decirte algo, o reprocharte, porque esas noches volvíamos a casa y hacíamos el amor, yo hacía el amor, tu me cogías.

¿Te acuerdás cuando me pedías que te cogiera como una puta?
¿Cómo cogen las putas?
Yo no sabía qué hacer, para mis adentros pensaba que tenía que hacer algo distinto, algo no sé… más de puta, así que me movía más rápido, gritaba, empecé a decir vulgaridades; vos me las pedías, ¿te acuerdás?, “¿qué estás haciendo, contame?”, me decías tu desde abajo, y yo si no te respondía tu me dabas una nalgada bien fuerte y me hacías la pregunta de nuevo, entonces te tenía que responder, porque mis nalgas ardían, “estoy saltando en tu pija”, yo decía, y gemías y gritabas a los cuatros vientos “aaah, que puta hermosa”, y yo, tonta, me creía una puta hermosa.
Para mala suerte mía ninguna de mis amigas estaba en pareja como para hablar con alguien en pareja, y eso o usabas a tu favor, ¿te acordás que me decías que todas mis amigas eran solteronas, que seguro eran unas histéricas y que seguro no tenían novio porque no la sabían chupar?, y yo me reía, porque tu decías eso en clave de humor, con ironía, y yo no lo consideraba una agresión, y entonces bajaba y te la chupaba, solamente para demostrarte que yo sí la sabía chupar, y que era merecedora de tener novio solamente por eso.
¿Te acuerdás la primera vez que te descubrí una infidelidad? Me dijiste que era porque yo “antes cogía mejor”, y que por eso saliste a buscar afuera, y yo me deprimí y busqué en internet como hacerle bien el amor a mi novio, porque tenía que mejorar mi performance en la cama si no quería volver a ser engañada, porque tu engaño fue mi culpa, si yo cogiera bien no sería cornuda.
Gracias a Dios el último tiempo te pusiste violento desde lo físico, y yo de a poco empecé a abrir los ojos, porque si, no me hubieses amarrado esa noche que no te quise entregar el culo todavía estaríamos juntos.
Te dije que no y te pusiste como loco, me diste chirlos con una fuerza que no era erótica, no eran incentivos íntimos, me estabas castigando, me pagabas solamente porque te dije que no. ¿Y qué hiciste esa noche, te acuerdás? Me agarraste de los pelos y me la metiste en la boca, yo hacía arcadas porque me estabas cogiendo la cara como si fuese algo normal, intenté sacarte pero no pude, tu me agarrabas fuerte, y me acabaste adentro de la boca y me obligaste a tragar, y me “sugeriste” que te dijera que me gustaba tomar la leche, yo te obedecí, porque fue la primera vez que sentí miedo de estar a tu lado.
¿Cuántas veces me dijiste “si te pido que me la chupes me la chupás”? Era tu forma de mostrarme tu poder, sea la hora que sea, si yo estaba mirando la tele y tu querías una mamada yo te la tenía que hacer, si no era por la buenas me arrodillabas a la fuerza y lo hacías por las malas. Si yo estaba por salir a tomar algo a la tarde con mis amigas, porque salir de noche me era imposible porque me lo prohibías, ¿qué hacías?, ¿te acuerdás?, que me dejabas la cara llena de semen, sabiendo que mis amigas estaban por llegar, ¿Cuántas veces me esperaron ellas en los sillones mientras yo me bañaba?, después ellas me decían que yo era la típica sumisa que siempre llega tarde a todos lados, y se reían, y yo me tenía que prender, porque no les iba a decir que iba tarde porque tu me habías obligado a hacerle sexo oral, y que mi cara, mi pelo y ropa estaba manchada con tu semen.
¿Cuántas veces me separaste las piernas a la fuerza y me “hiciste el amor”, como me decías? Yo te decía que me estabas violando, porque yo no tenía ganas de hacerlo, y vos me decías que no, que eras mi novio y que me hacías el amor, y al otro día me pedías perdón, y me decías que pensabas que era todo parte de un jueguito de amo y esclava, ese juego al que me acostumbraste a jugar, y que yo disfruté y mucho en su momento, pero sin saber que en el futuro se me vendría en contra, porque cada vez que te decía que no tenías la excusa perfecta de pensar que era todo parte del juego, que yo me hacía la difícil, que era la niña inocente que actuaba. Las primeras veces te decía que no, que me cogieras despacio al menos, y trataba de sacarte de encima de mí, después, la verdad, es que me resigné. Yo pensaba, ya me la metió tantas veces a lo largo de estos 8 años, que me la meta una vez más no pasa nada, y así me convertí en tu muñequita inflable.
¿Te acuerdás cuando me empujaste porque te dije que quería empezar a entrenar con un grupo de futbol? Discutimos, tu me dijiste que ahí todas las chicas son putas porque usan calzas, y que los hombres son todos vivos que se hacen los gay para tener sexo con todas. Discutimos y me empujaste, me tiraste contra la mesita y me gritaste que yo era tan puta como ellas, y que si te enterabas que participaba de ese grupo me ibas a golpear, a mí y a los tipos esos. Fue la última vez que me tocaste.
El resto fue humillante para mí. Con un ataque de nervios y sin saber que palabras usar, de qué forma hacerlo, sin saber nada, con vergüenza, tímida y llorando, le conté a una amiga lo que me había estado pasando. No tuve fuerzas de decirle a mi mamá, es el día de hoy que si la miro a los ojos me quiebro y lloro, eso conseguiste, que yo no pueda mirar a los ojos a mi mamá, y entonces fue mi amiga la que le tuvo que contar.
Si yo fuese una puta como tu decís, te habría denunciado, pero no lo hice, no por tenerte miedo, miedo te tengo porque sé que me podrias llegar a golparme, porque eres más grade y tienes más fuerza, pero en el fondo eres un pobre tipo, débil e inseguro, entonces prefiero solamente dejarte, y no volver a revivir todo esto en declaraciones a fiscales, peritos, psicólogos y jueces.
A veces lloro de la nada en silencio. A veces siento rabia y me siento una pendeja, no puedo creer que me dejé llevar a todo eso, me es imposible no entender cómo no me di cuenta.
¿Pero sabés qué? Estoy bien, te gustaría escuchar que estoy triste, traumada, y que me arruinaste la vida, pero no, me robaste muchas cosas, la confianza en la gente, la inocencia, los mejores años de mi juventud, pero no pudiste robarme la sonrisa, porque a partir de ahora voy a tener una vida hermosa.


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